Cuando terminé la carrera, empecé a trabajar en Indra. Aún vivía con mis padres, y más allá de los gastos comunes de un veinteañero, conseguía ahorrar bastante parte de mi salario. Cuando llegué a mis primeros 5.000€, miré que opciones existían para poder sacar un rendimiento a esos ahorros. Un compañero de trabajo era un fanático de los depósitos y, por aquel entonces, había uno del Sabadell que daba un “nada despreciable” 5% TAE. Digo “nada despreciable” porque ahora dan sólo un 0.5%… (¡10 veces menos!). Así que ahí me planté yo, en la sucursal de mi barrio, para abrirme una cuenta y contratar un depósito al 5% para mis 5.000€ ahorrados.
Un año más tarde, acudí a la sucursal y ¡oh sorpresa mía!, me entregan 180 míseros euros por las rentabilidades obtenidas. «¡¡¿Cómo?!! Te he dado 5.000€, ¡todos los ahorros de mi vida!, ¿y sólo me devuelves 180€?»
Pues sí, efectivamente: el 5% de 5.0000€ son 250€, que tras impuestos me dejaban con sólo 180€. «Esto no podía ser cierto… Así no puedo seguir… ¡Me voy a eternizar!» – me decía.
Estaba claro que, si realmente quería hacer crecer mis ahorros en el tiempo, los depósitos no eran una opción, y debía buscar un producto que diera más rentabilidad. Pregunté a mi padre, y me recomendó los fondos de Bestinver, que era donde estaban los ahorros de la familia. Estaban dando buenas rentabilidades, y allí que fueron a parar mis ahorros.
Así fue como me descubrí el Value Investing. Empecé a leer sus cartas a los inversores, asistir a sus conferencias anuales y verme todas las entrevistas que encontré en YouTube de Paco, Álvaro y Fernando. Me leí los libros de Peter Lynch, Joel Greenblatt, Philip Fisher… y (¿cómo no?) las cartas de Warren Buffett.
Cada vez me iba atrapando más esta filosofía, quería saber más. El value Investing era tan obvio para mí, que me ganó desde el principio. No concebía otra forma de invertir que no fuera comprando barato (algo con descuento) y vendiendo caro. Por entonces empecé a diversificar en otros fondos value y a comprar mis primeras acciones (con mucho cuidado).
Hasta que una tarde en la Renfe, volviendo de la factoría de Airbus en Getafe, me di cuenta de que le estaba dedicando más horas al día al mundo de la inversión que al de la aeronáutica. ¿Será indicativo de algo…?
Yo quería más, y ya no era cuestión de leerse libros. Si quería gestionar mi propia cartera de acciones, aprender a valorar empresas y (¿quién sabe?) llegar algún día a gestionar un fondo, necesitaba más formación. Yo era ingeniero, por lo que todo lo que sabía de contabilidad, economía y valoración de empresas lo había aprendido por cuenta propia leyendo libros. Por este motivo, decidí apuntarme al Máster de Value Investing de OMMA Business School.
Ése fue el paso definitivo que me hizo saltar al mundo de la inversión. Comencé a vender todas mis participaciones en fondos de inversión y a crear mi propia cartera de acciones. Hasta hoy.